Una Universidad que fomente el pensamiento crítico
El sistema educativo de Castilla y León muestra desde hace años un rendimiento destacado
David García López
Rector de la Universidad Europea Miguel de Cervantes
Viernes, 19 de diciembre 2025, 09:56
A finales de los años ochenta, un amplio panel de expertos internacionales procedentes de diversas disciplinas participó en un ambicioso proyecto para consensuar qué debe ... entenderse por pensamiento crítico. Aquel trabajo cristalizó en el Delphi Research Report (1990), que delineó el perfil del 'pensador crítico ideal' de la siguiente manera: el pensador crítico es curioso; busca comprender los problemas y las situaciones de manera profunda, y está bien informado. Confía en la fuerza de la razón, muestra apertura de mente y posee la flexibilidad necesaria para considerar puntos de vista alternativos. Es imparcial en sus evaluaciones, honesto al reconocer sus propios sesgos y sus limitaciones, y actúa con prudencia al formular juicios. Se muestra dispuesto a reconsiderar sus conclusiones cuando aparecen nuevas evidencias o argumentos, y procura mantener claridad al abordar los problemas. Afronta las cuestiones complejas de manera ordenada y sistemática, es diligente a la hora de buscar información relevante y cuidadoso al seleccionar los criterios que utiliza para evaluar. Su enfoque está orientado a la investigación y muestra persistencia para alcanzar resultados tan precisos y justificados como lo permitan la naturaleza del asunto y las circunstancias del momento.
A la luz de esta definición, resulta evidente que una sociedad con más pensadores críticos será siempre una sociedad más avanzada. Más allá de cuestionarnos, a título individual, si encajamos en ese perfil, urge reflexionar sobre cómo nuestras políticas y metodologías educativas contribuyen –o no– a fomentar algo tan esencial para el progreso como el pensamiento crítico.
El sistema educativo de Castilla y León muestra desde hace años un rendimiento destacado en diversos indicadores. En el ámbito no universitario, el informe PISA situó de nuevo a nuestra región en las primeras posiciones. La última edición, que incorporó por primera vez el pensamiento creativo –a través de factores como la curiosidad, la autoconfianza o la percepción del aula como espacio de creación– confirmó que los estudiantes que finalizan la educación secundaria obligatoria en Castilla y León superan la media de España, OCDE y Unión Europea. Es decir, las universidades de la región recibimos cada curso a una magnífica cantera de jóvenes con altas capacidades para analizar, cuestionar y crear. Y debemos saber aprovecharlo.
La irrupción de tecnologías disruptivas, incluida la inteligencia artificial, está transformando el equilibrio entre habilidades técnicas y humanas. Precisamente porque muchas tareas rutinarias se automatizan, competencias como discriminar información compleja o tomar decisiones fundamentadas adquieren mayor valor. Las empresas, que reciben a los egresados de nuestras universidades, ya lo están constatando. El Future of Jobs Report 2025, del Foro Económico Mundial, subraya que habilidades humanas estrechamente vinculadas al pensamiento crítico –como resolver problemas nuevos, generar ideas originales o conectar soluciones con análisis previos– serán determinantes en el mercado laboral presente y futuro.
Aunque la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) y otras normativas recientes establecen con claridad la obligación de formar estudiantes capaces de pensar críticamente, el verdadero reto es pasar de la retórica normativa a la práctica pedagógica. Resulta llamativo que los recientes desarrollos legislativos precisen cuántos estudiantes debe tener, como mínimo, una universidad, pero dejen a la autonomía universitaria la forma de promover y evaluar el pensamiento crítico. En este sentido, la ley marca el rumbo, y somos las universidades quienes debemos recorrer el camino mediante metodologías activas, espacios de deliberación, programas que enseñen a argumentar y sistemas de evaluación que premien la reflexión y no la mera repetición. A menudo, la rigidez de los planes de estudio dificulta incluir materias transversales comunes a todos los grados. En la Universidad Europea Miguel de Cervantes (UEMC), además de aprovechar los huecos curriculares para incorporar la comunicación eficaz, la responsabilidad social o la innovación, hemos dado un paso más: emitir certificados que acreditan las competencias sociales y ciudadanas adquiridas por el alumnado a través de nuestro Laboratorio Social. Es una muestra de nuestro compromiso con una sociedad que necesita, más que nunca, profesionales excelentes con sólidas capacidades humanas. Una sociedad que necesita pensadores críticos capaces de proteger sus valores y de impulsar su progreso.
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